Para muchos niños uno de los lugares más inseguros y donde más están expuestos a violencia y maltrato es desafortunadamente la escuela. Y esta violencia se está viendo más y más reflejada en un fenómeno llamado “bullying”, o acoso entre estudiantes. La palabra “bullying” proviene de la palabra en inglés, “bully” que significa matón o agresor.
Este concepto se utiliza para describir estos diversos tipos de comportamientos no deseados por niños y adolescentes, que abarcan desde esas bromas pesadas, el ignorar o dejar deliberadamente de hacer caso a alguien, los ataques personales, e incluso los abusos serios. A veces es un individuo quien hace el “bullying”, o un grupo (pandilla). Lo más importante no es la acción en sí misma, sino los efectos que produce entre sus víctimas.
Por tanto, estas situaciones de acoso, intimidación o victimización son aquéllas en la que un alumno o alumna está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que llevan a cabo otros compañeros. Por acciones negativas entendemos tanto las cometidas verbalmente o mediante contacto físico, como las sicológicas de exclusión.
De hecho un caso de “bullying” en los EU hizo titulares recientemente cuando una niña de 12 años del Estado de Michigan quien se suicidó ante el constante asedio de parte de sus compañeros, quienes a la postre fueron arrestados.
La mayoría de los países no tienen leyes que protejan a los estudiantes de la discriminación y la violencia en las aulas. Pero fue tan sonado el caso que muchos estados en la Unión Americana está buscando cómo legislar este tipo de acoso.
Para muchos padres y maestros puede no ser visto como un problema serio en México y esto me sorprende. En este momento estoy preparando un reportaje sobre este tema para Seguridad Total TV y sólo basta hablar con algunos adolescentes para darse cuenta que la mayoría reconocen situaciones de “bullying” en sus escuelas.
Este acoso en muchas ocasiones toma la forma de violencia verbal, es decir poner sobrenombres, insultos, burlas por el aspecto físico, por el tono de voz, entre otras formas de agresión verbal, pero la violencia física también ocurre. Entre el 20% y el 60% de los estudiantes de todo el mundo dicen haber sido acosados por otros estudiantes durante el último mes.
En diversos estudios se muestra que el acoso sucede diariamente y se da fundamentalmente entre alumnos de edades comprendidas entre 6 y 17 años, pero la edad de mayor riesgo en la aparición de la violencia se sitúa entre los 11 y los 15 años, porque es cuando más cambios se producen en los jóvenes.
Se ha estimado que el 90% de los jóvenes son testigos de una conducta de este tipo en su entorno, el 30% han participado en alguna ocasión ya sea como víctima o como agresor, sólo el 33% de los que lo sufren son capaces de denunciarlo. Pero tal vez la estadística que más nos debe de preocupar es que el 40% de los pacientes siquiátricos manifestó haber sido víctima de un “bully” en la escuela.
Podríamos preguntarnos, ¿por qué el acoso permanece oculto? Entre las explicaciones nos encontraríamos el miedo, ya que a muchos niños y niñas les preocupa decir que han sido víctimas de la violencia por pensar en las consecuencias de su denuncia.
Otra razón común es considerar el “bullying” como “algo normal”, como algo típico de muchachos en crecimiento, en otras ocasiones el problema es que los acosados creen que no vale la pena denunciar porque no habrá consecuencias, así que para qué se molestan.
Las autoridades competentes en mucho casos no registran este tipo de hechos por considerarlos “problemas menores”. Estas razones, entre muchas otras explican por qué este problema en muchas ocasiones pasa desapercibido o no lo podemos valorar en su real peso y consecuencias para quienes son sus víctimas.
Los efectos de la violencia en los niños y los adolescentes son graves y pueden sentirse incluso muchos años después, cuando ya son adultos, por ejemplo problemas físicos, como trastornos en el desarrollo del cerebro, heridas, lesiones y fracturas, en casos graves, pero también en situaciones de dificultad para relacionarse con otra gente, problemas de aprendizaje, dificultades para expresar sentimientos de forma que otras personas puedan entenderlos, problemas emocionales, como ansiedad, depresión, tendencias agresivas o incluso ideas de suicidio, así como en algunos casos una mayor tendencia a realizar actividades peligrosas.
Si lo que se busca es hacer frente a estos problemas, es muy conveniente centrar el tema y aclarar entre todos de qué estamos hablando y dejar de pensar “que todo esto es normal entre muchachos”, ni “que se trata sólo de bromas”. Lo que diferencia lo normal del fenómeno del acoso, es que en el caso del “bullying” la conducta es continua y el agresor es más grande, más fuerte y más poderoso que la víctima. Es muy importante distinguir lo episódico de lo habitual. La persistencia es un poderoso indicador del riesgo que pueden estar corriendo, tanto víctima como agresor, de verse afectados.
Una escuela que no es segura para los estudiantes no es un buen lugar para aprender, y es que en todos los centros de estudios es donde más se debería de respetar la dignidad de los estudiantes.
Si un niño no puede sentirse seguro en la escuela, cómo podemos pedirle que cuando crezcan sean adultos que contribuyan al bienestar y la seguridad del País.
Ana María Salazar. Analista política.
Correo: salazaropina@aol.com
Este concepto se utiliza para describir estos diversos tipos de comportamientos no deseados por niños y adolescentes, que abarcan desde esas bromas pesadas, el ignorar o dejar deliberadamente de hacer caso a alguien, los ataques personales, e incluso los abusos serios. A veces es un individuo quien hace el “bullying”, o un grupo (pandilla). Lo más importante no es la acción en sí misma, sino los efectos que produce entre sus víctimas.
Por tanto, estas situaciones de acoso, intimidación o victimización son aquéllas en la que un alumno o alumna está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que llevan a cabo otros compañeros. Por acciones negativas entendemos tanto las cometidas verbalmente o mediante contacto físico, como las sicológicas de exclusión.
De hecho un caso de “bullying” en los EU hizo titulares recientemente cuando una niña de 12 años del Estado de Michigan quien se suicidó ante el constante asedio de parte de sus compañeros, quienes a la postre fueron arrestados.
La mayoría de los países no tienen leyes que protejan a los estudiantes de la discriminación y la violencia en las aulas. Pero fue tan sonado el caso que muchos estados en la Unión Americana está buscando cómo legislar este tipo de acoso.
Para muchos padres y maestros puede no ser visto como un problema serio en México y esto me sorprende. En este momento estoy preparando un reportaje sobre este tema para Seguridad Total TV y sólo basta hablar con algunos adolescentes para darse cuenta que la mayoría reconocen situaciones de “bullying” en sus escuelas.
Este acoso en muchas ocasiones toma la forma de violencia verbal, es decir poner sobrenombres, insultos, burlas por el aspecto físico, por el tono de voz, entre otras formas de agresión verbal, pero la violencia física también ocurre. Entre el 20% y el 60% de los estudiantes de todo el mundo dicen haber sido acosados por otros estudiantes durante el último mes.
En diversos estudios se muestra que el acoso sucede diariamente y se da fundamentalmente entre alumnos de edades comprendidas entre 6 y 17 años, pero la edad de mayor riesgo en la aparición de la violencia se sitúa entre los 11 y los 15 años, porque es cuando más cambios se producen en los jóvenes.
Se ha estimado que el 90% de los jóvenes son testigos de una conducta de este tipo en su entorno, el 30% han participado en alguna ocasión ya sea como víctima o como agresor, sólo el 33% de los que lo sufren son capaces de denunciarlo. Pero tal vez la estadística que más nos debe de preocupar es que el 40% de los pacientes siquiátricos manifestó haber sido víctima de un “bully” en la escuela.
Podríamos preguntarnos, ¿por qué el acoso permanece oculto? Entre las explicaciones nos encontraríamos el miedo, ya que a muchos niños y niñas les preocupa decir que han sido víctimas de la violencia por pensar en las consecuencias de su denuncia.
Otra razón común es considerar el “bullying” como “algo normal”, como algo típico de muchachos en crecimiento, en otras ocasiones el problema es que los acosados creen que no vale la pena denunciar porque no habrá consecuencias, así que para qué se molestan.
Las autoridades competentes en mucho casos no registran este tipo de hechos por considerarlos “problemas menores”. Estas razones, entre muchas otras explican por qué este problema en muchas ocasiones pasa desapercibido o no lo podemos valorar en su real peso y consecuencias para quienes son sus víctimas.
Los efectos de la violencia en los niños y los adolescentes son graves y pueden sentirse incluso muchos años después, cuando ya son adultos, por ejemplo problemas físicos, como trastornos en el desarrollo del cerebro, heridas, lesiones y fracturas, en casos graves, pero también en situaciones de dificultad para relacionarse con otra gente, problemas de aprendizaje, dificultades para expresar sentimientos de forma que otras personas puedan entenderlos, problemas emocionales, como ansiedad, depresión, tendencias agresivas o incluso ideas de suicidio, así como en algunos casos una mayor tendencia a realizar actividades peligrosas.
Si lo que se busca es hacer frente a estos problemas, es muy conveniente centrar el tema y aclarar entre todos de qué estamos hablando y dejar de pensar “que todo esto es normal entre muchachos”, ni “que se trata sólo de bromas”. Lo que diferencia lo normal del fenómeno del acoso, es que en el caso del “bullying” la conducta es continua y el agresor es más grande, más fuerte y más poderoso que la víctima. Es muy importante distinguir lo episódico de lo habitual. La persistencia es un poderoso indicador del riesgo que pueden estar corriendo, tanto víctima como agresor, de verse afectados.
Una escuela que no es segura para los estudiantes no es un buen lugar para aprender, y es que en todos los centros de estudios es donde más se debería de respetar la dignidad de los estudiantes.
Si un niño no puede sentirse seguro en la escuela, cómo podemos pedirle que cuando crezcan sean adultos que contribuyan al bienestar y la seguridad del País.
Ana María Salazar. Analista política.
Correo: salazaropina@aol.com
En Internet: http://www.anamariasalazar.com/
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